Escondida entre el arbusto y árboles gigantezcos se encuentra una casona abandonada y vieja. La madera que alguna vez fuese del mejor roble, estaba viva con polilla y comejenes. Entre sus viejas paredes habitaban ratas, cucarachas y arañas. Había sufrido tiempos de tempestad, lluvias y inundaciones pero algo siniestro habitaba la casa y la protegía de todo mal. Ėsta es la casona que heredé de mi abuelita Celia.
No es importante mi nombre ya que siempre fui y soy un fantasma en la oscuridad. No tengo recuerdos de mi niñéz y a veces pienso que no hubo esa etapa de mi vida. Que un día abrí los ojos y ya era vieja. ¿Quien me robó mi adolescencia y a dónde fueron a tener mis sueños, mis esperanzas? Me siento en esta silla mecedora dia trás dia hablando con aquél que vela mis sueños – con aquél que aguarda la casa. ¿Quién eres? le pregunto – silencio. ¿Que haces aqui? – silencio intenso y solido, casi lo puedo tocar. Un aire fresco, mas bien frio, penetra mi piel y me deja en pleno estado de petrificación y desesperación - por un instante sacudiendo la neblina de mi mente – recuerdo el por qué de su existencia.
En esta casa vivió Raquel o quizas su nombre era Lucrecia, la tía más áspera que una puediera tener. Era ruda, fria y soberbia pero mas aún era fea con un rostro casi masculino. Siempre vivió con su madre no porque la queria si no porque jamás se casó y jamás se le vio un novio. Lo más interesante es que Raquel tuvo un hijo según los cuentos y los chismes. – Tendría que a ver sido el ogre del pantano que tuvo relaciones sexuales con tan fea mujer – los chismes. La tía después de horas soportando el fuerte dolor del parto, se desapareció. Nadie la volvió a ver caminando las largas calles del pueblo como era su costumbre después que la abuela Celia había muerto. La abuela que con su esquizofrenia permaneció casi toda su vida tras las paredes de la casona vieja fue recta y abusiva con su hija. Segun dice la gente, Raquel sufría de hambre y pasaba diaz en la oscuridad del sotano. Nunca se supo de su padre y todos en el pueblo le temian a la abuela porque a veces era violenta. Se dice que todavia Raquel habita la vieja casona completamente demente pero yo no me acuerdo averla visto jamás. A menos que se encuentre en el sotano pero yo tranqué la puerta con llaves hace mucho tiempo o fue ayer?
¿A quién le debo haber heredaro esta vieja casona? Que risa me da pensar que alguna vez en un lejano pasado alguien me consideró familia. ¿Que sería de mi vida en ese entonces? ¿Me abré casado? ¿Tuve hijos? No me acuerdo de nada y a veces de todo. Como la gatita negra que encontré en el patio y que se murió en mis brazos una noche de tempestad. La cual un dia encontré tirada como basura en el suelo frio de mi habitación ya que el mal olor me átrajo a su cuerpo. ¿Que le pasó? ¿Habra pasado eso el otro dia o fue hace muchos años?
Los ruidos del sotano rebotan contran las piedras frias de la chimenea y con su concierto musical me relajan. Nunca bajo a el sotano – demasiado oscuro y frio para mi y además, ahi algo allí que me desvela y me asusta. Un yo no sé que – un ¿por qué? Todos los espejos estan cubriertos con trapos ya que yo no se quien soy. No me acuerdo de nada y el reflejo de mi rostro en el espejo me asusta - tan demacrado y frio es. Arrugas - que como los caminos viejos de aquél antaño que se cruzaban entre el lodo rojo del campo, ahora marcan mi piel como un mapa. Un recuerdo, un instante. Una vaca, un puerco, un gallinero y el viejo establo de caballos dónde por primera vez … ¿adónde estoy?
Mi dormitorio está tan lejos y temo no tener fuerzas para levantarme y caminar hacia el. Lo veo alejarse cada vez más. Me siento tan cansada como si de repente un manto negro cubriera mi cuerpo robandome la luz y no puedo pensar claramente. Es como si viviera en una constante pesadilla la cual no puedo sacudir y las voces en mi cabeza discuten entre si mismas. En esos momentos de neblina cuando no sufro de frios, hambre o males me siento muerta si eso es lo que se siente después de la muerte. Ya es tarde y no puedo mover mis piernas para ir a la cama – que lejos está.
Me encuentro acostada en mi cama pero no me acuerdo haber llegado aqui. La cobija está fria y echa trizas y mi bata de dormir, blanca con bellos encajes, la veo solo yo en este cuarto frio ya que solo los muertos pueden ver mi desnudés. Mañana iré a el río a bañarme con las yerbas de sabia y a refrescarme con el dulce rocío del amanecer. Si me acuerdo.
¿Quién es ese que me toca la puerta tan exigentemente y con qué derecho se atreve a arrancarme el sueño? – le grito a el viento. Nadie contesta pero allí esta el sujeto que guarda la casona. El guadia de la madera podrida y el guardia de la pobreza y el dolor. ¿Como será su rostro? ¿Será alto y buenmozo o un demonio feo de una imaginación demente? - Ya entra y deja de tocar que quiero dormir – le vuelvo a decir. ¿Y si entra, que voy a hacer? ¿Si me contesta, que le digo y a dónde me escondo para no sentir … el frio de su presencia, el terror de su existencia?
¿Que dirá la gente del pueblo si supieran que lo dejé todo en la ciudad para venirme aqui y soportar una muerte lenta y macabra que se apodera de mi razón. Miro por la ventana mas cerca a mi cama y veo la nublina gris de la noche. Entre el espacio del cielo y la tierra, estoy, sigo viva. El sujeto me vuelve a tocar la puerta. Me atrevo abrir despacito y aterrorizada … miro hacia el corridor y este parece estrecharse a traves de la pared de la casa alejandose de mi. Un mal olor a muerte me envuelve en su realidad. Allí estuvo algo, alguien – ¿quién será? Vuelvo a cerrar la puerta y minutos después …un sofocante chillido se estaca en mi garganta al ver la puerta del sotano abrir lentamente y una cabeza asomarse. Llevé mi mano a mi corazón y mi cabeza comenzó a dar vueltas. Lo que estaba viendo frente a mi era espandoso. Un torso pequeño y torcido caminaba en sus manos hacia mi. El sujeto tenía medio cuerpo y brazos largos con manos de hombre. Su rostro era macabro y sucio con una boca abierta que babeaba sin parar y dientes grandes y agudos que parecián brotar de una boca sin labios. Era un duende, el sujeto - pensé yo. La cosa en el sotano se arrastró hacia mi y me miró tristemente, suplicante y sollozo.
¿Esos ojos – a quién me recuerdan? Su mirada penetrante y fria me hizo estremercer. ¿Con qué familiaridad se acerca a mi? No pretenderá que yo lo apapache… ¿quién es? ¿Habrá sufrido hambre y frio al igual que yo en el sotano que siempre permanece serrado? ¿Será humano? Está llorando frente a mi y de repente, sin poder evitarlo, un suspiro sale de lo más hondo de mi ser vaciando mi alma de penas al aclararse la neblina en mi mente…
Extendí mi mano hacia él y lo tomé en mis brazos, el sujeto pesaba algunas diez libras. Era hombrecito - su rostro barbudo. Lo llevé a la cama y lo envolví en las sabanas que yo en mi locura veia en seda fina pero al tocarlas siempre se transformaban a viejas y traposas cubriertas en sangre y mugre. Lloré con él - el sujeto ahora en mis brazos … por un instante un recuerdo … mis manos llenas de sangre, mis gritos desesperados y el llanto de un bebe …
Por: Steven Tong
Por: Steven Tong